CINCO AÑOS PERDIDOS
Reflexiones sobre unas elecciones sin esperanza
Estas elecciones nos harán perder cinco años más en el limbo del caos. Prometen más inestabilidad y vacancia que nunca antes. Uno tiene la sensación de que, gane quien gane, será igual de triste, igual de peligroso, igual de frustrante.
Nadie se salva. Los buenos candidatos no tienen buenos partidos; los que parecen más coherentes no tienen arraigo popular; están los malos y los pésimos, rodeados de gente ruin, desconocida o desempleados que buscan ganarse alguito con la política.
¿Qué debe hacerse para que el 2026 votemos por alguien que valga realmente la pena, para que la población tenga la consciencia necesaria para no votar solamente con las vísceras?
Desolado, como la tercera parte de la población que aún no sabe quién es peor. Sin convicción y poca fe. Previendo cinco años más de vacío, de desatino, de pelea de comadres por una miga de poder. Sin ideologías, sin convicciones, casi sin valores, tratando de ver quien gana el Monopoly de la economía y que partido se queda con más casas y que autoridades se pelean para pasar más veces por Go.
Como comunicador, me avergüenzo del terrible papel que han jugado los medios de comunicación contribuyendo a generar más desconfianza, más desasosiego, más desinformación. He visto a los canales y a la prensa pelearse como perros por un hueso, salpicándose escatológicamente la inmundicia con ventilador unos a otros. Creando la percepción de que todo está mal, de que nada va a cambiar, de que todo está corrupto, y de que Gonzales Prada, en 1888, tenía razón al decir que “el Perú es un organismo enfermo: donde se aplica el dedo, salta la pus”.
Había pensado describir el pasado sucio, discutible o dudoso de cada uno de los 18 candidatos, pero mi investigación no acababa nunca. Nadie se salva, verdad o posverdad, ya no importa, todos tienen el número de la bestia tatuado en la frente. No merecen un párrafo de este texto las descripciones de sus fechorías, de sus prontuarios.
Todos mienten, o nadie miente, miento sin saber que miento o, como dice Joaquín Sabina, “Yo solo te conté media verdad al revés que no es igual que media mentira”. Esa sensación de incredulidad ¿Quién nos la quita?
¿Por quién votaré? Superando la abulia de levantarme el domingo a cumplir con mi deber cívico, al menos sé que no votaré en blanco ni viciado (mientras más votos nulos existan, más baja será la valla que los partidos políticos pigmeos deben superar para sobrevivir). Lo siento mucho estimados amigos, mientras más partidos viejos y caducos mueran en esta elección será mejor.
Sé que no votaré por quien me prometa cosas que una persona medianamente informada sabe que son imposibles. No votaré por los de pensamiento arcaico y primitivo, ni por los improvisados ni los payasos, ni por las ovejas liderando lobos. Entonces ¿Quién queda?
Queda la soledad y el silencio. Queda el sabor amargo de tener que tragarse el guiso de acelga, el olor de las habas cociéndose. Como solía decir el poeta César Moro “En todas partes se cuecen habas, pero en el Perú, solo se cuecen habas”.
Algo tendré que elegir para atrincherarme en mi burbuja por cinco años. Pero la pregunta más importante es ¿Qué hacer para que esto no se repita el 2026? Me niego a perder la fe en mi país (aunque ya esté perdida), me niego a resignarme a sufrir a los gobernantes y a cruzarme de brazos mientras la gente se muere en los hospitales, mirando por televisión como los "padres de la patria" se juegan a los dados las vestiduras del Perú crucificado.
Este bicentenario nos agarra demasiado golpeados. Hay que esperar que los Boomer y los X (como yo) se reciclen; que los Millennials y los Z, asuman la responsabilidad de sacarnos del hoyo. Algo tenemos que hacer -peruanos de buena voluntad, que por algún lado deben estar- antes que lo poco que queda de la patria se caiga a pedazos.
Me niego a creer que no haya esperanza, que no existan peruanos capaces y honestos. No solo deben cambiar los políticos, sino los medios de comunicación, las empresas, los votantes. Perdonen que repita la frase trillada de Platón: “El precio de desentenderse de la política es ser gobernado por los peores hombres”.
Tenemos cinco años de plazo ¿Haremos algo?