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EL PRECIO DE DESENTENDERSE DE LA POLÍTICA

“El precio de desentenderse de la política, es el ser gobernado por los peores hombres”

Platón

Publicado: 2020-11-11

        Indignado, como todos, harto de los políticos con rabo de paja, de los populistas mediocres, de los que dicen que luchan contra la corrupción siendo corruptos, cansado de no creer, de no confiar, de ver en los gobernantes a ladrones y delincuentes. 

        En el primer día del nuevo gobierno de Acción Popular, el dólar ha tenido su mayor alza en los últimos 18 años; la bolsa de valores de Lima cayó 6.51% y los valores del sector financiero han caído en 17%. La proyección del PBI ha empeorado por la crisis; se han paralizado las inversiones privadas y públicas. Las economías, ya tan disminuidas por la pandemia, se preparan para una crisis mayor. Pero todo eso no importa. Lo único que importa es tumbarse al rival, ganar el juego personal y partidario, tener un poco de poder, darle su merecido al enemigo.   ¿Realmente merecemos estos políticos? Se dice que siempre elegimos mal, yo creo que no tenemos a quién elegir, los aspirantes a “servidores públicos” solo quieren servirse del dinero de todos, acabar con la pobreza, sí, pero la propia.

        Estoy cansado de la frustración del puñete artero, y del cinismo del político que lo merece. Harto de que me gobiernen títeres, marmotas, mataperros, comepollos, lavapiés, otorongos, robacables; gente que no es capaz de decir dos frases sin mentir o balbucear. ¿No hay alguno que se salve? Debe haber, pero inmediatamente lo embarran, lo descalifican, lo destruyen. En una mafia organizada, los chivos expiatorios suelen ser los menos culpables.

        Miren a los políticos que hemos tenido: presos, detenidos, suicidados o con procesos judiciales.

        Miren a los políticos que tenemos: prestos a negociar y pactar por un mendrugo de poder, por una gota de fama, por dinero mal habido, por un honoris causa en la universidad chicha de preferencia.

        Miren a los que quieren gobernarnos: improvisados con jale, negociantes de pasado oscuro, desempleados ambiciosos, pastores de ovejas, caviares, ultraconservadores, títeres de los grupos de poder o de los viejos partidos que ya no tienen ideologías sino ambiciones.

        ¿Dónde están los profesionales competentes y honestos? ¿Dónde los intelectuales que aman al Perú? ¿Dónde los jóvenes que quieren cambiar al mundo y que están dispuestos no solo a destruir sino a construir? Es tan fácil tirar piedras o quejarse.

        Deben existir en el país personas honestas y capaces, pero ¿Dónde están? En sus casas con la familia, en sus empresas, luchando por sus hijos, en el extranjero, ajustando presupuestos para pagar la mensualidad de la maestría, del doctorado, para saber más, para ganar mejor, para ser más eficientes ¿Por qué no gobiernan el país? No les interesa ¿Para qué ensuciarse? Ser político en el Perú es subirse al estrado para ser bombardeado con tomates y huevos podridos; ser político es desprestigiarse, ensuciar tu currículum, exponer tu carrera y tu reputación. Por eso suele entrar en política mucha gente que no tiene nada que perder.

        Una vez escuché decir a un político peruano, en quien creía, “los corruptos nos han hecho creer que la política es corrupta para que la gente honesta no entre a la política y poder seguir usufructuando con el poder”. La frase sigue siendo valiosa, aunque ya no crea en aquel político que terminó realizando alianzas impresentables o defendiendo ideas indefendibles.

        No debemos permitir que cualquiera nos gobierne, que burdos oportunistas diseñen nuestras leyes. Basta de pretendientes a la presidencia que no son capaces de enlazar tres oraciones coherentes cuando hablan; basta de los desempleados que quieren ganar su primera experiencia laboral dirigiendo al país; basta de los políticos que siempre se llenan la boca hablando de honestidad y el bien del pueblo, pero a la primera oportunidad contratan a la empresa del cuñado, se ganan un sencillo con la licitación, trafican información o hacen ese “negocito” del que nadie se va a enterar.

        Ya es hora de que los profesionales, los técnicos, los estudiantes, los empresarios, los trabajadores, los académicos dejemos de quejarnos y hagamos algo por el país. ¿Será posible un consenso donde los peruanos nos unamos a organizar la patria que queremos, a invertir en lo que hace falta, a poner primero el bienestar de las personas y a trabajar por el desarrollo? ¿Estamos aún tiempo de frenar la corrupción?¿Si no es ahora, cuando?


Escrito por

Tomás Carlos Barriga

Comunicador social, docente universitario, poeta en un mundo sin poesía y escritor desolado.


Publicado en

Las Crónicas de Uqbar

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