Hace unos días vi en Facebook una linda carta que escribía una ex alumna mía, a su papá recién fallecido. Le agradecía los juegos infantiles, haberle enseñado a amar, haberla tolerado y haber estado siempre a su lado cuando ella lo necesitó. No pude evitar el nudo en la garganta por lo emotivo de la carta y porque ese padre amado ya no la leerá.
Fue inevitable pensar en mi hija y en el gran amor que nos tenemos. Fue inevitable pensar en mis padres, a quienes tengo la suerte de tener cerca.
Igual que ella, Igual que tú, yo tampoco les he dicho lo mucho que recuerdo sus esfuerzos y sus juegos cuando era muy niño; el sentimiento de culpa por las típicas estupideces adolescentes que cometí y que, de alguna manera, los hicieron sufrir; la falta de tiempo -hoy que ya estoy viejo- para verlos, abrazarlos y decirles lo mucho que les agradezco la vida que me dieron, y repetirles una y otra vez cuanto los quiero.
A Tomás Francisco, mi pacho, o el chato, o papá chato como te dicen las nietas y los sobrinos; decirte que has sido un gran padre. No solo por cubrir mis necesidades o engreírme, sino por respetar mi espacio, por enseñarme a ver la vida con alegría, con ojos limpios, sin malicia. Lo que más admiro de ti es tu buen corazón. Para ti, todas las personas son buenas, todos son tus amigos y todos los niños son tus nietos. Miras todo con el cristal de tus ojos y lo que ves afuera es tu propia bondad. Tal vez peques de confiado –mi madre te lo ha recordado toda la vida- pero si algo me ha enseñado la teosofía, es que no vemos el mundo como es, sino como somos nosotros. Te admiro feo (dicen que me parezco a ti) por esa capacidad –que yo no tengo- de ver solo el bien en los demás, de responder con una sonrisa o carcajada lo que yo respondería con una mentada de madre. Perdóname cholo si alguna vez te hice llorar.
A Ana Beatriz, mi macha, mamana como le dicen las nietas, o Anita como le siguen diciendo sus amigas octogenarias; decirte también que has sido una gran madre. No solo por velar por mi educación y darme de comer cosas tan ricas; sino por exigirme siempre más –siempre he renegado de esta imposibilidad mía de satisfacer tus expectativas- pero sin ese “superyó persecutorio” (como le dice mi psicoanalista) que tú pusiste en mi chip, no hubiera logrado nada en la vida. Te admiro cholita, por la fuerza y la perseverancia que tuviste para acabar tu carrera universitaria con cuatro hijos a cuestas. Por ese celo y fiereza para proteger y luchar por tu familia que siempre has tenido (Leona al fin como afirma tu signo zodiacal). Te contaré un secreto –viejita- cuando peleo contigo, realmente no peleo contigo, peleo conmigo mismo, con mi incapacidad de ser todo lo que tú hubieras querido que sea, por no poder darte todo lo que quieras que te dé. No eres tú, soy yo, y acepto desde hoy la culpa de todo.
Ninguno de los dos es perfecto, yo tampoco lo soy ¿Quién lo es? Es fácil decir que se equivocaron en esto o aquello sin haber estado en sus zapatos. Pero si en algún momento tienen dudas del tipo de padres que fueron (creo hablar también por mis hermanas), recuerden que todo lo que somos, todo lo que tenemos, todo lo que hemos vivido es gracias a ustedes. A veces los hijos estamos demasiado acostumbrados a ver solo los defectos de nuestros padres e irónicamente (el karma siempre) solemos heredarlos.
He aprendido tanto de los dos –sí, yo que me la doy de sabelotodo- he aprendido a amar y a crecer, a esforzarme y adaptarme, a tratar bien a las personas, a soñar, a reír, a cantar, a ser feliz, que a fin de cuentas es el único conocimiento que importa.
Pero aprovecho este momento de coherencia para decirles todo lo que no les he dicho suficientes veces (¿o nunca?). Ahora que están a mi lado, que tengo la enorme fortuna de almorzar con ustedes los fines de semana, de compartir un cafecito, un pancito con palta; de abrazarlos y besarlos como si aún fuera un niño pequeño, quiero, finalmente, decirles que los amo mucho. Y con todo el amor que les tengo, pedirle a Dios que no se mueran nunca.
(Espero que quien lea este texto íntimo corra y abrace a sus padres. Si no los tiene ya, que los recuerde y llore pues, a veces hace bien)