La semana pasada, entré a Crisol (una de las cadenas de librerías más grandes del Perú) intentando comprar un libro de poesía. Fui a la zona de literatura y empecé una búsqueda que se tornó imposible: literatura juvenil, novelas policiales, libros esotéricos, toneladas de libros de autoayuda, marketing, como bajar de peso, como subir de peso, libros de realidad nacional, de política y de algunos otros temas escritos por artistas de televisión; pero de poesía, nada.  

Pregunté a uno de los vendedores por la sección poesía y me llevó a un estante, se arrodilló y me mostró a ras del piso, cinco libros: dos de Neruda, uno de Vallejo, uno de Benedetti y una antología de Borges ¿Eso es todo? El joven sonrió, me dio la espalda y se fue con un grupo de jovencitas que le preguntaban si tenía el número 6 del Diario de Nikki.

¿Está desapareciendo la poesía? ¿Es un arte arcaico que, al no ser comercial, no tiene ni un estante en una librería surtida? Para quienes como yo, escribimos y consumimos poesía, siempre hay acceso a presentaciones de poemarios, recitales, plaquetas o conversatorios pero para los jóvenes estudiantes, para los niños, las masas de lectores ¿Ya no existe? ¿Se enseña y se valora en los colegios?

Para nosotros, los triceratops, siempre existirá la poesía, siempre habrá momento para una buena metáfora que nos estremezca o nos haga reír con sutil ironía. Tal vez los amantes de la poesía nos extinguiremos con ella, pero antes de que eso suceda hay que alegrarnos y disfrutar de este arte en peligro de extinción.

Siempre la publicación de un libro de poesía es motivo de celebración, la entienda o no la entienda, me haga llorar o me provoque el frío más gélido. Publicar un libro de poemas en nuestra sociedad consumista es un acto de rebeldía contra el sistema, es un acto heroico de inmolación, y un suicidio económico, porque ya sabemos que no será un record de ventas.

Un ejemplo de esta resistencia subterránea frente al imperio del consumo, es la reciente publicación de Del Alpe y del Ande, reunión poética bilingüe de Alemania y Perú. Editorial Pájaro de Fuego, 2015, que nos regala un conjunto de poemas variados y nos hace regresar a la antigua pregunta: ¿Las traducciones de poesía son realmente traducciones o actos creativos del traductor?

Toda traducción es, de por sí, difícil, limitada, incompleta, imperfecta. Famoso es el proverbio italiano traduttore, traditore (traductor, traidor) que hace notar las dificultades de trasvasar sentidos figurados de un idioma a otro. La traducción presenta numerosos problemas en textos simples, y , en especial, cuando se usan sentidos figurados o alegorías. ¿Cómo puede traducirse la poesía sin perder significado y sentido? Si una frase poética no dice una cosa sino muchas y estas no se dicen directamente, sino de una forma vinculada por contextos sociales ¿Cómo puede traducirse a otro idioma sin perder parte de su contenido o intención?

No se puede, es imposible. Sin embargo, los intelectuales siempre se han esforzado por hacerlo. Recuerdo que la primera versión de Las flores del mal de Baudelaire que leí en la universidad, era una malísima traducción al español que me hizo pensar que Baudelaire era un poeta mediocre.

Ese es el intento que realiza y el riesgo que corre Del Alpe y del Ande. El libro es una recopilación de diez poetas, cinco alemanes: Daniel Graziadei, Nora Zapf, Tristán Marquardt, Daniel Bayerstorfer y Lara Theobalt; y cinco peruanos: José Cabrera, Patricia Colchado, Wilber Moreno, Alex Morillo y Denisse Vega. Todos –excepto Cabrera- nacidos en los ochentas.

Los textos alemanes se centran en la cotidianeidad, algo fríos (sin saber si es mérito de ellos o de los traductores) Poemas de un lenguaje poético simple o acaso escaso: “Me inclino hacia lapicero y chupete / a cogerlo en la habitación” (Marquardt); mezcladas con frases filosóficas que sin embargo no pierden simplicidad: “el amor es que cometo cosas que te suceden a ti” (Marquardt).

Como parte de estos textos ajenos casi al lirismo, se proponen caligramas en prosa que siguen con la tónica de expresar lo cotidiano y lo real, lo simple, la visión de la realidad y la subjetividad de lo cotidiano (Theobalt).

Los poetas peruanos de esta selección aportan al libro balance emocional y hasta erótico: “Inútil es la palabra sino enciende los cuerpos” (Cabrera); o “La piel cuando no solo es piel es un edén” (Colchado).

Todavía hay quienes me dicen que la poesía no tiene utilidad ni fin práctico. Es verdad, como la música, la compasión, el amor o la esperanza. Lo trascendente no es utilitario.