#ElPerúQueQueremos

SOMOS CHOLOS

¿Cuál es el problema?

Publicado: 2014-04-19

Somos cholos. La palabra cholo proviene de la palabra cholu, en lengua Moche, que significa muchacho (1). Se usó también en la colonia para referirse al mestizo y al indio de la costa. El DRAE registra en su última edición dos significados: 1. Mestizo de sangre europea e indígena. 2.Dicho de un indio: Que adopta los usos occidentales. Es lamentable que el libro de referencia de nuestro idioma, siga llamando indio al nativo americano; es discriminatorio llamar cholo (mestizo) al hombre andino cuando asume costumbres occidentales y no llamar cholo también al occidental que asume costumbres andinas. Los académicos dirán que el DRAE no inventa los significados, sino que solo registra los usos y el habla de los pueblos, el cholo cultural no existe. Pero debería. 

Es por lo demás absurdo que el término se use en países con alta población “chola” de forma negativa. Por ejemplo en Chile, el vocablo «cholo, -la» es un término despectivo con que se designa a alguien de ascendencia amerindia y ha llegado a generalizarse para cualquier persona originaria de Perú y, en menor medida, de Bolivia (¿y los mapuches?). En Argentina, se usa cholo para referirse a personas del Norte del país; no es tan peyorativo y se relaciona con mestizos con alto nivel de sangre indígena. En Bolivia se usa para referirse a los indígenas del altiplano y también se relaciona con el migrante adaptado a la ciudad. En Colombia, esta palabra es usada para la descripción despectiva, racista y xenófoba hacia los inmigrantes de Ecuador.

En Ecuador, el término «cholo» tiene una connotación mayormente despectiva, aunque también se usa simplemente para especificar la raza de un grupo étnico de la región costera del Sur de ese país. La expresión «¡qué cholo!» implica que la persona en referencia, aunque no sea de raza indígena, no tiene los modales ni costumbres propias de los estratos sociales más elevados.

Creo que la palabra “cholo” no tiene por qué ser despectiva. Ser cholo es ser mestizo y los peruanos lo somos (y los demás sudamericanos también). Incluso aquellos que presumen de su apellido extranjero o de su piel nívea, igual: cholos, si no étnicamente, sí culturalmente, somos producto de un mestizaje en todos los niveles. Cholos pues, nos guste o no.

Nos dice Jorge Bruce: “…en sociedades poscoloniales como la nuestra, el prejuicio y la discriminación – que no es lo mismo pues el primero es una representación mental y la segunda supone actos derivados de dicho prejuicio- están orientados contra una mayoría… los peruanos siempre somos el cholo de alguien, de lo cual no se exceptúan ni quienes ocupan los lugares más elevados de la pirámide social (no bien cruzan las fronteras nacionales). Como si la choledad (término acuñado por Guillermo Nugent…) formara parte de nuestra esencia, pero no necesariamente como un elemento aglutinante, en el sentido cohesivo gramsciano, más bien como una herida supurante y sin cicatrizar, precisamente en relación a los mecanismos purificadores y los fantasmas subyacentes aludidos… (2)

En el Perú no hay “indios” puros (en realidad nunca los hubo, el error fue de Colón) ni tawantinsuyences (para inventar el gentilicio); no hay españoles puros (ni en España) ni anglosajones puros; ni japoneses puros. Este país ha sido crisol de razas y culturas, incluso la comunidad Nikkei, la colonia italiana, o cualquier otra, a pesar de mantener sus tradiciones y su genética intacta, ya se han mezclado culturalmente con el Perú. Como dice el comercial: el spagetti a la boloñesa se volvió tallarines rojos.

No querer reconocer este mestizaje étnico y/o cultural es negar la realidad. Somos cholos a pesar de los viciosos del bullyng por Facebook que publicaron mensajes racistas contra la desaparecida cantante del grupo tropical Amor Serrano; así se moleste Ermenegildo Zegna; aunque no estén de acuerdo los dueños de las discotecas exclusivas que se reservan el derecho de admisión; nos denuncien las pastelerías de San Isidro que ya tienen varias denuncias por discriminación, o se encolerice el retrasado que libera sus traumas existenciales insultando por redes sociales a Dina Páucar.

El racismo es malo; separa, menosprecia, es pretencioso, falso, falto de perspectiva e idiota. Todos nos damos cuenta (al menos los que pensamos) pero éste existe, consciente o inconscientemente existe y aflora en determinados momentos.

Conozco personas que niegan ser racistas, rechazan la discriminación y la intolerancia, y sin embargo, desde el subconsciente a veces dicen frases como: “Es un cholo Power” (como que a pesar de ser cholo tiene características que lo hacen destacar del común); “Tienes que comprender, Jorge es negrito y sólo piensa hasta las doce” (cómo si el color de la piel tuviera algo que ver); cuando “nos hacen cholitos” si nos engañan; o realizan ruidos de gorila en el estadio cuando toma la pelota el jugador de color del equipo rival.

Recuerdo, hace unos años, a una señora vestida a la usanza de la sierra (polleras, sombrero, chompa) en una unidad de trasporte público en el centro de Lima, con dos pequeños niños comiendo mangos. Las personas a su alrededor veíamos con desagrado como los mangos eran apretados, pelados, y goteaban alrededor de las manos de esta señora que se esforzaba por comerlo lo mejor posible junto a sus hijos. Las cáscaras volaban por la ventana hacia la calle, las pepas caían al piso, las manos mojaban los asientos, los pasamanos, mientras hablaban y jugaban en quechua.

No soy telépata pero era sencillo leer el mensaje corporal de los observadores, el fastidio la incomodidad, y estoy seguro que más de uno debe haber tenido un pensamiento racista. Nadie se detiene a pensar que en el campo es positivo botar las cáscaras y las semillas, eso enriquece la tierra; nadie piensa que los hábitos son aprendidos por el entorno social, y sus practicantes no ven nada malo en ellos. Nuestros hábitos son creaciones culturales, son aprendidos y no absolutos. Nadie tampoco se atrevió a decirle a la señora (sin indignarse) que en la ciudad no era bueno arrojar cáscaras a la pista; tal vez si alguien lo hubiera hecho, amablemente, lo hubiera pensado la próxima vez. Si un Inglés viera un grupo de peruanos tomando cerveza en un mismo vaso, pensaría que son salvajes.

En el Perú, El término «cholo» fue usado por mucho tiempo con un tono fuertemente discriminatorio y racista. Si bien no se puede decir que el uso del término carezca de alguna connotación negativa, esta puede variar de muy reducida a severamente denigrante. Es apropiado señalar que la connotación de esta palabra depende mucho del tono y del contexto, así como de quién la utiliza o a quién se dirige. En los últimos años, se ha reportado el uso de la palabra como una forma afectiva entre personas. Un mismo conductor puede llamar “cholita” a su pareja con ternura, y a la vez gritar en la calle “cholo de mierda” al chofer de combi que le cierra el paso. Jorge Bruce nos dice que  “…cholear es algo que los peruanos sabemos y no podemos aparentemente, dejar de hacer. Es tan nuestro como el cebiche, la cancha, el fútbol o la cultura chicha en cualquiera de sus proteicas manifestaciones. Es parte integrante de nuestra esencia…”(3).

Hace algunos años estaba haciendo compras en un supermercado, y escuché un ruido de metal chocando y cajas cayendo. Una señora había golpeado con su coche de compras lleno, el coche de compras de otra señora haciendo caer algunos productos. La señora golpeada, indignada miró a la golpeadora y le dijo “Chola apestosa ¿Porqué no te fijas?…” A lo que la otra contestó con desprecio “Ve esta india ¿qué se habrá creído?”. Ambas indignadas se fueron por direcciones diferentes sin percatarse que de tomarse una fotografía juntas parecerían hermanas.

Como si no tuviéramos espejo, despreciamos a otro que parece nuestro reflejo, y si no nos parecemos, porque tenemos piel ojos y cabello de otro color, no vemos que nuestros comportamientos se han peruanizado desde hace mucho, nuestro lenguaje nuestras costumbres son cholas pues. No olviden que la mezcla enriquece las razas genéticamente, es la mezcla lo que genera la evolución, como cholos o mestizos tal vez estemos un paso adelante en el proceso evolutivo que mis amigos los “puros”.

El racismo no es invención peruana, el ser humano tiene rechazo, menosprecia, teme lo que no conoce. Antropológicamente ha sido natural ser racista; pero nuestra civilización actual, sus valores postmodernos nos han permitido evolucionar como especie y hablar ahora de inclusión, interacción y hermandad. Algún día llegará en que la única raza que exista en nuestros subconsciente sea la raza humana. Tal vez entonces realizaremos lo predicho por las series futuristas donde la humanidad se convierte en un solo pueblo y empieza su real evolución inteligente en este vasto universo. Entonces no existirá la palabra cholo o –si tenemos suerte- será el equivalente de humano y será un halago más que una ofensa.

Notas

(1)  Cerrón-Palomino, Rodolfo (1995). La lengua de Naimlap. Reconstrucción y obsolescencia del mochica. Lima: Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú

(2)  Jorge Bruce, Nos habíamos choleado tanto (pág. 52,53)

(3)  Ídem (pág. 13)


Escrito por

Tomás Carlos Barriga

Comunicador social, docente universitario, poeta en un mundo sin poesía y escritor desolado.


Publicado en

Las Crónicas de Uqbar

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